13-4-2025: Viña del Mar, conocida como la “Ciudad Jardín” de Chile, es hogar de uno de los hitos turísticos más emblemáticos del país: el Reloj de Flores. Este colorido y fotogénico monumento no solo embellece la entrada de la ciudad, sino que también guarda una interesante historia que se entrelaza con el auge del turismo en la región. A continuación, te invitamos a conocer más sobre su origen, su relevancia cultural y turística, y por qué sigue siendo una parada imperdible para quienes visitan la costa central chilena.
Historia y origen de una joya floral
La idea de crear el Reloj de Flores surge en el contexto de la Copa Mundial de Fútbol de 1962, cuando Viña del Mar fue seleccionada como una de las sedes del torneo. Con el objetivo de embellecer la ciudad y recibir a los visitantes con una postal única y atractiva, se gestó este proyecto que unía la precisión de la relojería con el colorido del paisajismo.
Fue inaugurado oficialmente el 15 de mayo de 1962, justo antes del inicio del campeonato. El reloj fue fabricado en Suiza por la empresa Favag y trasladado a Chile, mientras que el diseño paisajístico fue desarrollado por especialistas locales en jardinería. Desde entonces, el Reloj de Flores ha sido testigo silencioso del crecimiento turístico de Viña del Mar, además de convertirse en un punto de referencia para turistas nacionales e internacionales.
Características técnicas y estéticas
El Reloj de Flores está compuesto por una maquinaria suiza de alta precisión, que permite que el reloj funcione como un verdadero instrumento horario, no solo como adorno. Su cara mide alrededor de 5 metros de diámetro, y sus manecillas están hechas de aluminio, lo que las hace ligeras pero resistentes al clima costero.
En cuanto a su diseño, las flores que lo componen son cuidadosamente seleccionadas y cambiadas según la estación, lo que permite mantenerlo siempre colorido y en perfecto estado. Se utilizan más de 7.000 plantas para conformar su estructura visual, entre petunias, begonias, pensamientos y otras especies ornamentales.
Impacto turístico y social
Ubicado al pie del cerro Castillo, frente a la popular Playa Caleta Abarca y a escasos metros del Hotel Sheraton Miramar, el Reloj de Flores se ha consolidado como una de las postales más reconocidas de Viña del Mar. Según estadísticas municipales, más de un millón de personas lo visitan cada año, siendo los meses de verano —especialmente enero y febrero— los de mayor afluencia, coincidiendo con las vacaciones estivales y el Festival de Viña del Mar.
Este atractivo no solo convoca a turistas que desean tomarse la clásica fotografía, sino que también tiene un valor simbólico para los residentes, quienes lo consideran parte de su identidad urbana. Además, ha sido replicado en diferentes partes del mundo, pero el original de Viña sigue siendo el más querido.
Momentos de pausa: fallas y reparaciones
A lo largo de sus más de seis décadas de existencia, el Reloj de Flores ha estado detenido en algunas ocasiones, mayoritariamente por causas técnicas o por actos de vandalismo. Las fallas más importantes ocurrieron en 2013, cuando un desperfecto en la maquinaria obligó a importar piezas desde Europa, y en 2018, tras un intento de robo de una de sus manecillas.
Pese a estos contratiempos, el reloj ha sido constantemente restaurado gracias al compromiso del municipio y de empresas colaboradoras, manteniéndose como un símbolo de perseverancia y cuidado patrimonial.
Entorno turístico privilegiado
El Reloj de Flores no solo es un atractivo por sí mismo, sino que se encuentra en uno de los sectores más privilegiados de Viña del Mar. A su alrededor se puede disfrutar de la Playa Caleta Abarca, ideal para un paseo en familia, el Hotel Sheraton Miramar con su vista panorámica hacia la bahía, el castillo Wulff, y el camino costero que conecta con Reñaca, todo a pocos minutos de distancia.
Además, esta zona es altamente valorada para quienes buscan invertir en propiedades vacacionales o residenciales, gracias a su conectividad, seguridad y belleza natural.
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